lunes, 24 de agosto de 2009

EL HIJO DE DIOS

EL HIJO DE DIOS

POR C. WASKELL YADON

Naturalmente ahora surge la pregunta ¿Quién y qué es el Hijo de Dios?

Las mismas palabras "hijo", "nacido", "engendrado", necesariamente indican "principio", "sujeción", "dependencia", "inferioridad de relación". Estas no pueden ser eternas por la naturaleza misma de las cosas. Las expresiones: "Hijo Eterno"; "Eternamente Engendrado"; "Eternamente Procedente" son contradictorias en sí mismas. Para aquellos no acostumbrados a aceptar esta fraseología como de acuerdo a las enseñanzas de la Palabra de Dios, es absurdo y la idea así expresada es, para ellos, no un misterio más allá de la razón sino un dogma contrario a la razón.

El Hijo de Dios es el primero y más grande ser creado, unigénito del Padre, en quien habita y a través del cual como instrumento, Dios el Padre hizo la obra de la creación. Fue este ser de doble naturaleza, el Creador y creado, Padre e Hijo unidos, quien apareció a Adán, a Moisés y a los santos de la antigüedad en forma humana. Fue él quien "se hizo carne" y habitó entre los hombres en la persona de Jesucristo. El Señor Jesucristo es llamado "El Hijo de Dios" porque fue el único ser engendrado directamente por Dios el Padre, el primer ser creado; todos los demás seres y criaturas fueron hechas por él, El Hijo, como el instrumento a través del cual Dios realizó la obra, como también porque él fue nacido de María por medio de una intervención divina directa, siendo ella su única parienta humana. El título "Hijo de Dios" también se le aplica, algunas veces a Él para significar aquélla persona en que lo divino y lo humano están unidos.

Fue este primero y único engendrado Hijo de Dios que en unión con la naturaleza divina de Dios el Padre, y como instrumento Dios el Padre actuó, realizó la obra de la creación.

"Un Señor Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas" 1 Cor. 8:6. "El verbo estaba con Dios, y el verbo era Dios...". "Todas las cosas por él fueron hechas..." Jn. 1:1-3. Él era con Dios, por lo tanto no era Dios, y sin embargo "Él era Dios". El verbo o logos no es sólo lo divino, ni lo creado solamente sino esa doble persona Dios e Hijo, el increado y el primogénito de la creación unidos. El evangelio de Juan en armonía con la doctrina de Pablo, que difiere sólo en la forma de expresión, aplica el término Logos (verbo) a la completa y personal revelación en Cristo (Col. 1:3-18), (Heb. 1). Está claro que el Eikon (imagen) de san Pablo equivale en jerarquía y función al Logos (verbo) de San Juan. "Dios... nos ha hablado por el Hijo... por quien también hizo el universo" (Heb. 1:2). Si el Hijo, como Dios el Hijo, llevó a cabo la obra de la creación, las palabras deberían ser, "por Dios el Hijo, quien hizo el universo". Pero el escritor ¡dijo lo que quiso decir, y quiso decir lo que dijo!

En la carta a los Colosenses, Cristo, el Hijo, es llamado "el primogénito de toda creación". Y como para refutar a cualquiera que quisiera decir que aquí no se habla de prioridad de existencia, sino de preeminencia de posición, el apóstol añade: "porque por él todas las cosas fueron creadas". Esto es, todas las demás cosas fueron creadas por o a través de Él, El Hijo, la primogénita criatura como el instrumento.

Otra vez se nos dice: "Dios... nos ha hablado por el Hijo... por quien así mismo hizo el universo" (Heb. 1:1,2). Dios el Padre efectuó la obra en y a través del Hijo, quien no podía haberlo hecho por su propio poder. El mismo escritor pregunta: "Porque a ¿cuál de los ángeles dijo Dios jamás: mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy?" (Heb. 1:5; 5:5). Tal parece que el Hijo fue "engendrado" o creado en un tiempo definido "llamado hoy". En el verso seis del mismo capítulo a él se le llama el primogénito. ¿Qué quiere decir esto a la luz del sentido común sino que el fue engendrado; tuvo un principio, antes que cualquiera fuera engendrado o creado? ¡Nada menos!

Al darle Juan el mensaje a la iglesia de Laodicea Jesucristo se llama así mismo "el principio de la creación de Dios"(Ap. 3:14). Obviamente él sabía qué y quién era; Sabía cómo usar el lenguaje correctamente. Esta expresión sólo puede tener un significado. Si estos pasajes no enseñan que el Señor Jesucristo fue el primer ser creado, ¿Cuál puede ser su significado?. Desde luego, esta es su importancia obvia; y si no vamos a interpretar la Biblia de acuerdo con esto, entonces no es una revelación, ni un libro para la gente común; los de Berea han debido aceptar las enseñanzas de los apóstoles sin cuestionamiento, para ver si estas cosas eran así en las escrituras; y han debido de ser criticadas en vez de alabadas por haber tomado el derecho de juzgar estas cosas.

Las Escrituras por todas partes enseñan la preexistencia de la filialidad de Cristo; su preexistencia como ser creado y en ninguna parte enseñan alguna doctrina inexistente con esto. "Dios envió a su hijo unigénito al mundo" (1 Jn. 4:9), esta escritura enseña claramente la preexistencia de Cristo como hijo de Dios creado; porque no sería correcto decir que Él lo introduce al mundo, si Él lo hizo en el mundo, Él no envió a Adán al mundo. Él debió ser tal criatura; porque si él hubiera sido "Dios el Hijo" ya hubiera estado en el mundo, en virtud de su divinidad y no podía ser enviado a él. El apóstol no dice como dicen los teólogos modernos, "Dios el padre envió a Dios el Hijo", sino, que Dios, el Dios único, Dios en toda su plenitud y perfección envió, no a otra persona divina que no podía ser enviada donde ya no estuviera presente sino su "Hijo unigénito" quien no era omnipresente y podía ser enviado.

Jesús pregunta a sus discípulos (Jn. 6:62) "¿Y qué si viereis al Hijo del hombre subir a donde estaba primero?". Y el Señor le dijo a Nicodemo (Jn. 3:13) "El Hijo del hombre (el representante del hombre, de todos los hombres) descendió del cielo". Si Cristo no era el Hijo del hombre hasta que nació de María, no se podía decir que el Hijo del hombre descendía del cielo. Otra vez dice: Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió (Jn. 6:38). Si aquel que descendió del cielo fuera Dios el hijo, una persona divina solamente, sin voluntad, tendría necesariamente que ser idéntica con la de Dios el Padre; y ha debido venir a hacer su propia voluntad, no hubiera habido ninguna posibilidad de que su voluntad se hubiera diferenciado de la de Dios que lo envió, a menos que fuera esencialmente un ser diferente, un ser creado.

En la oración del Señor Jesús, antes de su crucifixión, Él dice: "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; y que me has amado antes de la fundación del mundo." (Jn. 17:24). Si Jesús en la naturaleza divina es Dios el hijo, y Dios el hijo es "verdadero Dios" Él como tal debió haber poseído toda gloria, y Dios el Padre no podía darle ninguna. Pero si existe antes de la fundación del mundo como un ser creado, como el Hijo de Dios, Dios el Padre pudo amarle como tal, y pudo haberle dado toda gloria uniéndose él mismo con Él, haciéndole el instrumento de la creación, como nos informa la Escritura que sucedió. Esta es, ciertamente, la interpretación obvia del pasaje, y la que está en armonía con las demás enseñanzas de la Escritura sobre el mismo tema. En ninguna parte de las escrituras es la asociación del Hijo con el Padre representada como habiendo existido desde la eternidad: "En el principio", "Antes que el mundo fuese", "Antes de la fundación del mundo"; este es el lenguaje usado; lenguaje aceptado y evidentemente intencionado para excluir la noción de eternidad en el pasado.

Jesús "fue fecho más pequeño que los ángeles por el sufrimiento de la muerte" (Heb. 2:7,9). Dios no puede sufrir la muerte, fue un ser creado el que la sufrió, pero fue por este sufrimiento que él llegó a ser más pequeño que los ángeles. Él debió, entonces, haber sido, por lo menos, igual a los ángeles en la naturaleza capaz de sufrir; por lo tanto, en su naturaleza creada, un ser superior a lo que Él fue o podría ser como mero hijo de María, y preexistente como tal.

Otra clase de texto enseña la misma verdad: la preexistencia del Hijo de Dios

"El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn. 1:14). "Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en el trono" (Hch. 2:30). "Acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo que era del linaje de David según la carne" (Rom. 1:3). "De quien son los patriarcas, y de los cuales según la carne vino Cristo" (Rom. 9:5). "Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte, al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo". (Heb. 2:14).

Otra vez leemos: "Para esto apareció el Hijo de Dios (fue manifestado), para deshacer las obras del diablo" (1 Jn. 3:8). No dice que entonces fue nacido o creado, o traído a la existencia, sino que fue manifestado, mostrado, hecho aparecer; implicando su preexistencia como el Hijo de Dios, antes de llegar a ser el hijo de María.

Fue este ser de ascendencia llamado frecuentemente en el Antiguo Testamento "El Ángel de Jehová" que "caminó" en el huerto del Edén y habló con Adán, a los patriarcas y a los santos hombres de la antigüedad (un ángel es un mensajero, un enviado, y no el que envía sino un ser subordinado, necesariamente una criatura. Una persona divina no puede ir o ser enviada a ningún lugar donde no estuviera ya presente; porque la divinidad es necesariamente omnipotente. El ángel de Jehová, entonces, era el creador y la criatura unidos.

El era "El Señor" (Jehová), uno de los "tres hombres" que aparecieron a Abraham y comieron con él en la llanura de Mamre, ante quien Abraham estuvo en pie e intercedió por la preservación de Sodoma, y quien, "se fue", luego que acabó de hablar con Abraham (Gn. 18:33)

El Ángel de Jehová que encontró a Agar cerca de la fuente fue el mismo Jehová. El asumió las prerrogativas divinas y Agar lo reconoció como Dios. Fue el mismo Ángel de Jehová el que detuvo la mano a Abraham, cuando estuvo a punto de sacrificar a Isaac y quien dijo: "... ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único" (Gn. 22:12) y quien se llamó así mismo Jehová. Este fue "El varón" que luchó con Jacob en Peniel y al mismo tiempo "Dios" a quien él vio "cara a cara".

Fue el mismo Ángel Divino, el Dios de Israel, que fue visto por Moisés y los ancianos de Israel en el monte Sinaí y quien les habló allí. Se nos dice: "nadie ha visto jamás a Dios" esto es, a Dios como espíritu, lo que ellos vieron debió ser el Ángel de Jehová, el mismo que habló a Moisés "cara a cara" como un hombre habla a su compañero; el Señor (Jehová) quien habló a Moisés no en una visión ni en un sueño sino boca a boca, cuya similitud él contempló.

Era un ser creado porque: "visto", hablar con el "boca a boca" y "cara a cara" y sin embargo Jehová, Dios mismo.

Él era la roca espiritual, el ángel que estaba en el desierto con los israelitas, "cuya roca era Cristo".

El mismo Ángel de Jehová enfrentó a Balaam con la espada desnuda es su mano, demostrando que era un ser divino por la expresión "tu camino es perverso delante de mí" y por el mandamiento "la palabra que yo te diga esa hablarás" y el lenguaje de Balaam: "la palabra que Jehová pusiere en mi boca esa hablaré".

Este fue el varón que apareció a Josué antes de Jericó, que se presentó como "príncipe del ejército de Jehová", y quien se llamó "Jehová" y procede a dar órdenes como capitán.

Fue el mismo Ángel de Jehová que subió de Gilgal a Boquín, quien era claramente Dios mismo y quien dijo: "Yo os saqué de Egipto y os introduje a la tierra de la cual había jurado a vuestros padres".

El mismo Ángel del Señor o Ángel de Jehová, fue "El Varón de Dios" que apareció a Manoa y su mujer. Que ellos reconocían su deidad, es evidente por sus palabras: "... Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto. Y su mujer respondió: Si Jehová nos quisiera matar, no aceptaría de nuestras manos el holocausto y la ofrenda, ni nos hubiera mostrado todas estas cosas..." (Jue. 13:22,23)

Fue este mismo ser doble, creado e increado, quien es saludado como "Dios" y a quien se le dice: "Por tanto te ungió Dios"

Él es el Señor de David y el hijo de David: El señor de David, porque era su creador y su Dios y el hijo de David en cuanto a la carne como nacido de María, Fue el Ángel de Jehová en su naturaleza creada, el unigénito, el primogénito Hijo de Dios quien es llamado por el apóstol Juan "el Verbo", quien estaba "con Dios" y "quien era Dios", "quien estaba en el principio con Dios"; "El eterno Dios", pero no con Dios desde la eternidad, sino sólo en el principio de las cosas que tienen un principio.

El fue el que abandonó la gloria que tenía en el principio "Antes que el mundo fuese", el Hijo del hombre quien descendió del cielo, no para hacer su propia voluntad, la voluntad de un ser creado, que podía ser diferente de la voluntad de Dios, sino la voluntad del Padre que le envió; quien se hizo carne y habitó entre los hombres; quien llegó a ser hijo de David naciendo de María, en armonía con las palabras de Isaías quien profetizó que él sería un niño, un hijo, para nosotros, y sin embargo Dios fuerte y Padre eterno.

El es quien como hombre comió, bebió, caminó, durmió, oró, fue tentado, sufrió, murió, y quien como Dios por su propia autoridad y poder sanó al enfermo, levantó al muerto, echó fuera demonios, calmó los vientos y las olas, conocía el pensamiento de los hombres, perdonó pecados, levantó al hombre Cristo Jesús de los muertos, y está siempre con sus seguidores hasta el fin del mundo.

Como Dios y hombre, el Señor Jesucristo, Jehová Jesús vendrá otra vez, en la misma manera como sus discípulos le vieron ir al cielo, para castiga a sus enemigos y recompensar a sus amigos, para traer todas las cosas y todos los seres creados en sujeción a sí mismo, para juzgar al mundo en justicia.

No hay necesidad de decir más para mostrar que las escrituras clara e incuestionablemente enseñan la preexistencia de la finalidad del Señor Jesucristo y que su divinidad es aquella de Dios el Padre. Necesariamente se sigue que no puede haber trinidad de personas en la naturaleza divina.

NOTA: Este es un documento que, creo, lo tradujo el hermano Álvaro Torres; lo comparto con los que no lo conocían. Me gustaría me digan sus opiniones.

L. S. M.

sábado, 22 de agosto de 2009

Y SABÉIS EL CAMINO

Juan 14:4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. (RV60)

Empiezo este Blog haciendo una reflexión sobre la importancia de conocer los caminos de Dios.

Vivimos en un mundo donde el hombre contemporáneo está habido de conocimiento (de todo tipo), y más cuando vivimos en una época donde se facilita la investigación, hay acceso fácil y rápido a través de la Internet a fuentes de información.

¿Sucede lo mismo con el conocimiento de Dios?; ¿hay en esta generación deseos de conocer a Dios y de Dios?

Rom. 1:28 Además, como estimaron que no valía la pena tomar en cuenta el conocimiento de Dios... (BAD). Estas palabras parecen que estuvieran dirigidas a mis coetáneos como la comunidad a la que inicialmente envía la epístola el apóstol Pablo.

Dolorosamente tal como le sucedió al pueblo de Israel,
Ose 4:6 Mi pueblo no tiene conocimiento,
por eso ha sido destruido. (DHH) le sucede a esta generación, son sometidos a destrucción (moral, espiritual...) por no querer conocer los caminos del Señor.

"... y sabéis el camino" es la afirmación que Jesús hace a sus discípulos, ante la cual surge una negación (¿en consenso?):
Jun. 14:5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino (RV60).

Con relación a esto Matthew Henry comenta: "La declaración que Cristo acababa de hacer respecto al conocimiento que de la meta y del camino esperaba de ellos, suscita en ellos precisamente el reconocimiento de la ignorancia en que estaban en relación con todo eso, al mismo tiempo que les aviva el deseo de saber más".
Henry, M., & Lacueva, F. (1999). Comentario Bíblico de Matthew Henry (1441). 08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE.


Quienes hemos alcanzado esta Salvación tan grande necesitamos tener mucho interés en el conocimiento del camino de Jesús el Señor, más cuando su preocupación es que sus hijos le conozcan cada día más. A través del salmista dice el Señor:
Sal 32:8 Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar;
Sobre ti fijaré mis ojos. (RV 60).
Sal 91:14 "...por cuanto ha conocido mi nombre". (RV60)

El interés no es el reconocimiento de los hombres, la alabanza que muchos, cuando adquieren conocimiento de Dios anhelan; no estoy promoviendo el envanecimiento del hombre (Sal. 115:1 No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, si no a tu nombre da gloria) lo que se debe tener en cuenta son las grandes bendiciones que se alcanzan, la ayuda que brindamos a aquellos que comienzan la vida cristiana (neófitos), el consuelo que podemos darle a otros al encontrarse en dificultades o pruebas y no entender que Dios tiene una salida para sus hijos.

El Sal. 103:7 dice: Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras. El comportamiento de Israel en el desierto fue el de un pueblo contumaz y rebelde, esto se da no porque Dios no los instruyera.

Entre las variedad de sentidos que tiene el verbo notificar en hebreo (aclaro que no tengo conocimiento de este idioma, sólo me remito a lo que dice el diccionario Strong en español) ( יָדַע=yadá) se encuentra el de instrucción. Moisés recibió instrucción de parte de Dios y el pueblo a través de Moisés. No había excusa para tal comportamiento.

Amados hermanos en el Señor y amigos, la vida cristiana no es para vivirla sin emociones, sin sentir nada, pero hemos llegado a un momento histórico en que se está induciendo, por parte de algunos, la vida emotiva, no se sienten bien (los predicadores) si no ven al pueblo exaltado, con mucho júbilo creen que se dirigieron a una iglesia u oyentes fríos; y no se siente bien el pueblo si el que les predicó no les hizo llorar emocionados, así haya predicado con la unción del Espíritu Santo. Nos hemos condicionados a tener en cuenta más la forma que el contenido del mensaje que nos envía el Señor.

He notado que algunos predicadores, no se sienten bien si los oyentes no repiten en cada momento el amén o los aplausos de aprobación a tal punto que lo reclaman a la congregación; pienso que esto no es más que una necesidad que siente el predicador de sentirse bien, con respaldo.

No hay cosa más hermosa cuando te predican y te está llegando el mensaje que tu, del fondo de tu alma, saques un ¡amén!, ¡aleluya!, ¡gloria a Dios!.

Gracias al Señor que "Sabemos el camino"